martes, 10 de junio de 2014

Barrera.

Ando despacio. Todo está oscuro y no logro ver nada, es como si mis ojos estuviesen manchados en tinta, tinta permanente. Toda mi vida he tenido un velo que me impedía ver, ver la realidad, ver mi alrededor, verme. Pero logre quitarlo, logre eliminarlo, pero con ayuda. Ella lo logró, me hizo ver cosas que jamás había visto en mi vida, ella consiguió hacerme creer en algo, creer en ella. Ese velo me impedía ver cómo era ella de verdad, ella me quito ese velo, me lo mostró. Pero ahora en está oscuridad infinita siento que ha vuelto a caer ese velo, una barrera que me impide ver más allá. Continuo andando con tranquilidad, la tranquilidad es lo último que se debe perder. De repente choco contra algo, algo que no veo. Estiro las manos hacia adelante y vuelvo a tocar eso que me impide continuar, es una pared. Sigo andando pero con la mano pegada a la pared, quiero encontrar una salida, quiero saber que es lo que me encierra y sus puntos débiles. Siento que doy vueltas en círculos, no encuentro nada que me indique que es esa maldita pared y porque estoy yo dentro. Creo que he recorrido el mismo camino cinco veces. Paro y me siento apoyado contra esa pared, no sé que más hacer. Siento un golpe detrás de mí, en mi espalda, pero no me toca, no me golpea. Giro la cabeza y veo una figura, una figura no muy grande, bajita y delgada. Reconozco esa figura al instante, es ella. Me saluda con la mano, con esa sonrisa llena de alegría, con esos ojos que brillan como la luz de la luna y logran hipnotizarme, con su corta melena meneándose con el poco viento que recorre el lugar. Corro hacia ella pero me golpeo con esa pared, esa pared invisible que me tortura. Me mira y ríe, me relaja, me siento seguro con ella. Me dice algo pero no lo escucho, esa pared me lo impide. La miro a la boca e intento leer sus labios pero no lo logro, soy un negado para esas cosas. Si una vez pude quitar ese velo que me impedía ver sé que podré quitar este muro que me impide llegar a ella. La miro a los ojos. Es lo peor que podría a ver hecho. El corazón se me acelera, siento que en cualquier momento va a salir de mi cuerpo, se me corta la respiración, necesito más aire. Sube la temperatura, mi temperatura interior ha aumentado demasiado, más de lo que puedo resistir, y siento que en cualquier momento voy a arder. Me alejo poco a poco, me duele. Me voy al centro, al centro de esta maldita habitación que me encierra. Desde este punto no puedo verla, esté donde esté no la veo. Me siento en el suelo. La cabeza me va estallar, demasiados pensamientos de golpe en mi cabeza. Cierro los ojos y me agarro la cabeza, la mantengo con firmeza. No abro para nada los ojos, ya no quiero salir. En ese instante escucho una voz, una voz que me acaricia suavemente la piel y se introduce en mis oídos y en mi cabeza. Es su voz. ¿Cómo ha logrado hablarme? ¿Ha traspasado la barrera? No quiero saberlo, solo cierro los ojos con fuerza. Sus suaves manos entran en contacto con las mías. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Poco a poco las mueve tranquilamente y me acaricia la cara con suavidad. Me besa la frente con firmeza, con suavidad, y luego mantiene su frente junto con la mía. No sé si abrir los ojos… Quiero correr, salir huyendo, separarme lo máximo posible. Pero otra parte de mi no quiere lo mismo. Mi otra parte quiere que estemos más juntos aún, que no se separe de mi por nada del mundo, que el tiempo se pare ahora mismo y estemos así hasta el fin de los días. Me levanto, me separo de ella y corro con todas mis fuerzas, creo que nunca he corrido así. Me golpeo con la pared con fuerza y caigo al suelo. Vuelvo a cerrar los ojos, no quiero pensar en nada. Quiero desaparecer. ¿Es todo un sueño? Me pellizco para comprobarlo pero no funciona. Un ruido atronador suena cerca de la pared. La pared se está moviendo, cada vez la habitación es más pequeña. Golpeo la pared con fuerzas, quiero huir, salir corriendo. “Lucha contra tus miedos, todo esto no es real”. Escucho esa frase en mi cabeza una y otra vez. ¿Qué debo hacer? Sé lo que tengo que hacer, tengo que luchar contra mi mente. Vuelvo al centro. Ahora es ella quien está sentada en el suelo, sus manos tapan su cara. ¿Soy yo el culpable? Sea lo que sea, sé lo que tengo que hacer. Sé cómo salir. Yo la he metido en esto, todo es mi culpa, yo no quería… Yo no quería que nadie entrara en mi cabeza. Desde pequeño la he mantenido cerrada, llenándola con los estudios y aficiones. Siempre he tenido una barrera que ha bloqueado todos mis pensamientos, mis sentimientos, mis ideas, todo protegido por esa barrera. Nadie podía entrar ni nada podía salir. Ella ha roto esa barrera y ahora la torturo con ello, y sé que no debo hacerlo. Mi mente está descontrolada, es ella quien la tortura, no yo. Pero es mi mente, es mi cabeza, yo la controlo. Después de que ella entrará esa barrera se cerró de nuevo, impidiéndola salir, impidiéndome salir. Hoy esa barrera se va a abrir, ahora soy yo quien decide cuándo debe abrirse o cerrarse, que entra o que sale, que pienso. La habitación es tan pequeña que estamos pegados, separados por un paso. Soy yo quien debe dar ese paso, es el momento. Doy el paso, la levanto, la miro y sonrío, como siempre. La abrazo, la abrazo con todas mis fuerzas. Ella lo necesitaba, se lo vi hace tiempo pero nunca lo hice. Yo también lo necesitaba pero nunca dije nada. Nunca hago lo que quiero, siempre me lo guardo todo, me aguanto. Es mi culpa que esa barrera se descontrolara, que entraran cosas y no saliese ninguna. Me lo guardé todo, todo para mí y me explotó en la cara. La barrera se dio cuenta de que ya no podía controlar ni mis pensamientos y aprovechó la oportunidad para hacer lo que ella quería. Perdí las fuerzas para mantener el equilibrio, me perdí en mi propia cabeza, en un pozo sin fondo. Es hora de que vuelva, tengo las fuerzas para hacerlo, ahora las tengo. Todos mis pensamientos se ordenan en mi cabeza, los controlo al fin. Sé cuando debo pensar en algo y cuando no, puedo hacerlo. Porque ahora mando yo. La barrera se rompe mientras mis brazos todavía rodean su cuerpo. La suelto, la dejo ir. Ella decide, puede huir o quedarse. Mientras, yo camino y me alejo. Debo reconstruir la barrera, pero esta vez decido yo quien o que puede entrar o salir, no mis pensamientos.

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