martes, 30 de junio de 2015

Universos.

Hoy me perdí. Me perdí en las galaxias de tus ojos, en tu infinito universo interior. Buscaba un hogar donde habitar, donde refugiarme de este agujero negro que absorbe mi ser. Que ya no sé si soy una estrella o un asteroide a la deriva. Ahora, en tus ojos, me siento cohete en expedición buscando su lugar. Y no hay mejor lugar que donde estés tú. Sí, hoy me perdí y me encontré. Encontré un planeta habitable en una galaxia que tiene tu nombre. Ahora resido en él, donde la oscuridad no tiene lugar y las estrellas brillan con la fuerza del fuego. Y sé que un día esas estrellas acabaran en una supernova y se apagaran. Quieras o no la luz de las estrellas no es infinita, un día se apagaran para dejar brillar nuevas con más fuerza. Y sé que yo me apagaré con ellas.

La manera en que llegué a este planeta es desconocida. Algunos hablan de cohetes, yo hablo de cometas. Fui una estrella apagada caída del cielo que se ilumino con la fuerza del fuego al caer, me volví meteorito. Y por ese momento me sentí indestructible mientras me degradaba por la potencia de las llamas que me rodeaban. No todo el mundo sobrevive a un impacto, al destrozo. A veces la fuerza del choque es la que te da la necesaria para continuar. Acción, reacción.

Me cansé de orbitar alrededor del resto, de depender de la existencia de otros, de sentirme inferior. Ya no soy satélite, ahora soy estrella. No orbito alrededor de ningún cuerpo, ni ningún cuerpo orbita a mi alrededor. Soy libre, somos libres. Brillamos con luz propia no con la del resto.  Aún así hay momentos en los que nuestras trayectorias se cruzan y no puedo evitar cambiar de ruta, seguir tu camino y avanzar a tu lado. Sin orbitar el uno al otro, sin impactar. Siendo libres pero unidos.

¿Sabéis el dolor que se siente al ser un asteroide minúsculo al lado de planetas inmensos? ¿Y el dolor que se siente al ser asteroide y querer ser planeta o estrella y no poder? A veces ese dolor aumenta hasta alterar mi núcleo interior que desencadena su autodestrucción e implosiono dejando los restos de lo que un día fui esparcidos por todo el universo. Y estos fragmentos viajan, se alejan los unos de los otros empezando una nueva vida lejos de aquí. Algunos los llaman casos perdidos, yo les llamo segundas oportunidades.

En este planeta ya no me considero ni asteroide ni estrella, ni galaxia ni universo. En este planeta solo soy un alma que busca vivir la vida que le quitaron los astros por sentirse inferior. Ahora, esta alma en pena restaura las heridas que le ocasionó el impacto de su cuerpo celeste, esa estrella apagada en forma de meteorito incendiado. Ahora ya no pertenece a ese mundo. Ahora él es su propio mundo. Aspirar a estrella está bien, a galaxia increíble pero para qué aspirar a menos cuando eres un universo, un mundo entero. Solo tienes que mirar en tu reflejo, en tus ojos. Ahí tienes todo lo que deseabas ser, un universo infinito y no hay nada mejor que tu universo. Porque este planeta al que he llegado se llama pupila, mi pupila.