viernes, 23 de diciembre de 2016

Mi síndrome de abstinencia.

Hoy la luna llora tu ausencia y las estrellas me reclaman a gritos que las siga para llegar a ti. Hoy mis paredes están tristes aún estando pintadas de felicidad y mi cama parece incompleta. La soledad se ata a mí como una soga al cuello de un suicida, y creedme cuando digo que ambas provocan la misma asfixia. No sé si eres mi debilidad o me la provoca tu partida. Solo sé que quiero que vuelvas a ocupar tu hueco de mi cama, o de mi alma. Que ya no sé si eres tú el ausente o yo la ausencia. Mis lágrimas lloran fuego que calienta el cuerpo helado que nos separa, o el que nos une. No sé si te has hecho vapor o lo eras desde el principio pero te escapas entre mis manas como el agua que huye al cogerla entre las manos desnudas, esas que tantas veces acaricié y ya no recuerdo. Quizás nunca exististe, o solo es mi esquizofrenia aguda que me hace ver aquello que quiero, o lo que no tengo. Mi síndrome de abstinencia está revuelto por la falta de besos, o de señales de vida. Me prometiste magia y me golpeas con la realidad en pleno pulmón. Ya no sé si me provocas taquicardia o bradicardia, pero me provocas. Algún día dejaras de provocarme arritmia, algún día volverás o te irás para siempre. Algún día, o nunca. Espero que el dolor se vaya, contigo o sin ti. Tú sabrás. Yo solo sé que no sé nada, como dijo mi gran amigo Sócrates. El tiempo, el tiempo lo dirá todo. O nuestros cuerpos. O nuestras almas. O el silencio.

C.