Me encantan los niños. Me encanta
jugar con ellos y volver a mi infancia. Aquella infancia en la que era libre,
libre de estudios, libre de pensamientos, libre de todo. No tenía ninguna
responsabilidad y me encantaba. Podía hacer lo que quisiera y nadie se quejaría,
no como ahora. Hoy he estado con una niña pequeña preciosa que me ha traído la
inspiración para este texto. Esta niña se llama Claudia, es rubia y tiene unos
ojos azules grandes y preciosos. ¿Sabéis porque me ha inspirado? Porque todo lo
que quería hacer, lo hacía, no se lo pensaba y me encanta. No como nosotros. ¿Cuándo
empezamos a pensar lo que hacemos y dejar de hacer lo que pensamos por miedo?
Porque es el miedo el que nos lo impide, ¿no? La verdad no sé si es el miedo o
la vergüenza o el simple hecho de que le damos mil vueltas en la cabeza, quizás
es todo o quizás no es nada. Quizás es que cuando crecemos vamos cambiando y
nuestra manera de actuar es diferente. Claudia cada vez que quería hacer algo,
lo hacía. No tenía miedo ni vergüenza ella solo lo hacía. No se lo pensaba ni
una vez antes de hacerlo. Cuando me veía sentado venía corriendo y se sentaba
encima de mí, sin pensar ni preguntar, solo lo hacía porque le apetecía y ya
está, no hay más. ¿Por qué nosotros no hacemos lo mismo? Si nadie tuviese miedo
o vergüenza ya habría millones de cosas que habríamos hecho sin dudarlo y no
las hicimos en su momento. La verdad, conozco a alguien que hace algo parecido
sin ser una niña pequeña, alguien que hace las cosas cuando a ella le apetece o
tiene ganas de hacerlas, y la envidio por ello porque me encanta que sea así y
a mí a también me gustaría ser de esa manera. Claudia ha conseguido enamorarme
en una tarde solo por ser de esa manera y me ha hecho recordar cómo era yo de
pequeño, era igual. Con el tiempo he dejado de ser de esa forma y me odio por
ello, pero la vida es así. No siempre se puede tener o hacer lo que quieres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario