miércoles, 21 de mayo de 2014

Ich liebe dich.

Cierro los ojos y me viene esa imagen, esa imagen que no puedo sacarme de la cabeza. A ella. ¿Por qué? Años y años juntos y nunca antes me había pasado. ¿Qué ha cambiado? ¿He sido yo? ¿Ha sido ella? ¿O acaso nuestra relación ahora es diferente? No tengo respuesta para ninguna de estas preguntas. Quizá todo ha cambiado, o quizá no. Quizá nunca me había fijado en ella profundamente. Quizá aún no la conocía del todo después de tantos años. Sólo tengo una cosa clara: Cuando estoy con ella el tiempo se para, todo cambia, nada nos rodea, solo ella y yo, mirándonos. Cuando la miro a esos preciosos ojos me sale una sonrisa tonta que no logro entender, pero no paro de mirarla, me gusta la sensación. Cuando estoy con ella todo se me olvida, no pienso, solo la veo a ella. ¿Qué me gusta de ella? Todo y nada. No hay día que no hable con ella. ¿Desde cuándo me importa tanto? Aún recuerdo esas noches en las que hablábamos hasta tarde. Digo recuerdo porque ya no suceden y es lo que más rabia me da, que siento que la pierdo, que cada segundo que pasa está más lejos de mi llegando a ser inalcanzable, hasta que me sonríe y lo olvido. Ella es fuerte y frágil. Es inteligente e inocente. Y, cómo no, un poco torpe. Un poco por no decir bastante. Ella es ella y nadie más. Ella es única e inigualable. No hay nadie como ella y nadie logrará serlo. Porque ella me llena y me vacía. Porque ella es mi luz en mi túnel oscuro. Ella es el orden en mi gran desorden. Me gustaría estar siempre a su lado, no separarme ni un solo centímetro pero sé que es imposible. Cuando ella se va aparecen todos los pensamientos negativos de golpe que invaden mi cabeza. ¿La quiero? Sí, creo que sí. Creo que me estoy enamorando de ella… Y me duele, porque ella es inalcanzable. Es una cerradura sin llave esperando que llegue la llave correspondiente y yo no soy esa llave.

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