martes, 20 de mayo de 2014

Caminos, sueños, metas.

Miro hacia adelante y veo un gran camino de tierra. Sé que tiene final pero no logro verlo desde aquí. Comienzo a andar aunque no sé porque lo hago. ¿Será la curiosidad o es que en realidad sé lo que voy a encontrar cuando llegue a la meta? Ando lentamente mirando fijamente el suelo para no tropezar. Cada vez el camino empieza a tener más piedras y agujeros que me dificultan el paso hasta el punto de que lo hacen imposible, pero yo no me rindo. Sigo andando pero con más cautela, no quiero caer. Miro hacia atrás y no veo el principio pero tampoco veo el final. No paro en ningún momento. Tropiezo pero consigo mantener el equilibrio y continúo avanzando. Sé que el camino cada vez se va a dificultar más y dudo de si lo voy a lograr. No, no pienso eso. Sé que lo voy a lograr, no me voy a rendir, voy a luchar. El camino comienza a elevarse creando una rampa complicada de subir. No paro. Empiezo a escuchar voces a mí alrededor. “¡No lo vas a lograr!”. “¡Ríndete!”. Las ignoro. Sé que se equivocan. No me conocen. Yo no me riendo, yo lucho hasta el final. Dejo las voces atrás. Una gota de sudor cae por mi frente. El sol brilla con toda su fuerza, quemando mi piel poco a poco dejándola de un tono rojizo. Nada podrá pararme. Poco a poco el sol desaparece y se cierne una tormenta sobre mí. Comienza a llover. Charcos difíciles de superar se forman en el suelo. Mis piernas se llenan de barro y poco a poco se endurece dejando mi pierna rígida. Caigo al suelo. No puedo más. La piel me arde, las piernas me duelen de tanto andar. No puedo levantarme, quiero descansar. Quiero dormir y no despertar en días. ¿Me estoy rindiendo de verdad? ¿Es cierto que no lo voy a lograr? No, no es cierto. Me levanto lentamente y me pongo de pie. Mis pies me piden parar y yo les obligo a seguir. Supero obstáculo tras obstáculo. Nada consigue pararme. A lo lejos comienzo a ver algo, una gran montaña se alza sobre mí. ¿De verdad tengo que escalarla? Parece imposible que lo logre pero nada es imposible. Subo poco a poco. Las manos me duelen igual que los pies pero no paro. Poco a poco avanzo territorio. Veo la cima. ¿Puede ser que esté llegando ya? La felicidad invade mi cuerpo y acelero. Solo me queda un poco más. Consigo llegar a la cima. Entonces la veo, veo la meta, la meta y todos mis sueños logrados. ¿Puede ser que mis ojos me engañen? No lo creo. Corro hacia ella y caigo a un metro de la meta. Mis piernas no me dejan levantarme. Me arrastro y al fin llego a la meta. Ahora lo puedo ver todo perfectamente. En la meta está toda la gente que quiero, todas las dificultades superadas, todos los sueños alcanzados. En ese momento me doy cuenta. Este gran camino ha sido difícil pero ha valido la pena. He luchado por mis sueños y los he logrado. Ahora ya tengo claro porque lo he logrado, porque no me he rendido, porque he luchado y lo he dado todo. Acabo de llegar a la meta y miro hacia adelante, veo otro gran camino. ¿Otro? Sí, otro. Tengo miles de sueños que cumplir, miles de metas a las que llegar. ¿Y sabes qué? No me rendiré.

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