jueves, 26 de marzo de 2015

Luz.

La luz tocaba mis párpados como una caricia. Poco a poco abrí los ojos en aquella oscuridad que me consumía. Los rayos de luz impactaban en mis pupilas quemándolas. Los volví a cerrar. Hacía mucho tiempo que no veía luz, hacía mucho tiempo que no veía nada. Los abrí de nuevo. La oscuridad aún me rodeaba y me quemaba dejándome sin piel porque en el interior ya no quedaba nada que destruir. Era fuego y hielo en oscuridad, ardía mi interior y helaba mi exterior. Frialdad y odio unida en un mismo cuerpo preparada para arrasar contra él y contra el resto. Aquella luz seguía ahí quemando mis pupilas, atravesando mi interior. Solo era un simple punto en el horizonte quizás imposible de alcanzar jamás. Por alguna extraña razón deseo que no desaparezca, que siga ahí, que me salve. Qué tonterías, nadie podría salvarme ya que salvarme es tocar mi interior y mi interior es un agujero negro que arrasa con todo, que arrasa conmigo. Quizás esa es la razón por lo que cerré mi interior bajo llave… Para que nadie llegara a él y se destruyera como efecto colateral. Si llegas a él es porque te quiero pero no quiero destruir a alguien a quien quiero. ¿Qué irónico verdad? Nunca podré amar a alguien de verdad por miedo a consumirle en mi propio fuego. Abrir mi interior sería arriesgarme a perderme, a perderos… Tengo miedo, miedo de destruirme del todo, de que llegue el final. Quizás por eso me mantengo cerrado al exterior, si el exterior no alcanza mi interior jamás podrá ser destruido.
Una chispa de esperanza se encendió en mi interior, en mi corazón muerto. Quiero alcanzar esa luz que me devuelva la vida que fue robada por aquella oscuridad. Es lejana, quizás imposible… Pero quiero. Una sonrisa recorrió mi cara consumida por aquella oscuridad. Algo comenzó a brillar con intensidad, más fuerte que la propia luz que me daba esperanzas. ¿Qué era aquella luz? ¿Era mi propia luz? Mi propia luz… Hacía tiempo que se había apagado dejándome solo en este oscuro lugar, en los miedos que me ahogaban.

La luz del horizonte parpadeó. Mi corazón muerto bombeó mi negra sangre más rápido que nunca. Lágrimas luchaban por salir en mis ojos. Mi propia luz se apagó poco a poco. Se había ido, todo lo que necesitaba se había ido. Volvía a estar en aquella oscuridad infinita. La luz volvió pero estaba diferente, había crecido. Dos lágrimas cayeron de mis apagados ojos e impactaron en el suelo volviéndose luz. Cerré los ojos, tanta luz los dañaba. Tenía miedo de abrirlos y no encontrar nada, de volver a estar solo en aquel profundo miedo que no me dejaba ver. Luché contra él y los abrí. La luz invadió mis ojos, impactó en ellos como las olas del mar impactan en las rocas. Casi no quedaba oscuridad, aquel pequeño punto de luz se había expandido llegando a mi propio ser. Por un momento mis miedos se fueron, pero regresaron como siempre lo hacen recordándome que la oscuridad se ocultaba alerta en mi interior preparada para volver y destruirme del todo.


"La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad; solo la luz puede hacerlo. El odio no puede expulsar el odio; solo el amor puede hacerlo."

No hay comentarios:

Publicar un comentario