La luz tocaba mis párpados como una caricia.
Poco a poco abrí los ojos en aquella oscuridad que me consumía. Los rayos de
luz impactaban en mis pupilas quemándolas. Los volví a cerrar. Hacía mucho
tiempo que no veía luz, hacía mucho tiempo que no veía nada. Los abrí de nuevo.
La oscuridad aún me rodeaba y me quemaba dejándome sin piel porque en el
interior ya no quedaba nada que destruir. Era fuego y hielo en oscuridad, ardía
mi interior y helaba mi exterior. Frialdad y odio unida en un mismo cuerpo
preparada para arrasar contra él y contra el resto. Aquella luz seguía ahí
quemando mis pupilas, atravesando mi interior. Solo era un simple punto en el
horizonte quizás imposible de alcanzar jamás. Por alguna extraña razón deseo
que no desaparezca, que siga ahí, que me salve. Qué tonterías, nadie podría
salvarme ya que salvarme es tocar mi interior y mi interior es un agujero negro
que arrasa con todo, que arrasa conmigo. Quizás esa es la razón por lo que cerré
mi interior bajo llave… Para que nadie llegara a él y se destruyera como efecto
colateral. Si llegas a él es porque te quiero pero no quiero destruir a alguien
a quien quiero. ¿Qué irónico verdad? Nunca podré amar a alguien de verdad por
miedo a consumirle en mi propio fuego. Abrir mi interior sería arriesgarme a
perderme, a perderos… Tengo miedo, miedo de destruirme del todo, de que llegue
el final. Quizás por eso me mantengo cerrado al exterior, si el exterior no
alcanza mi interior jamás podrá ser destruido.
Una chispa de esperanza se encendió
en mi interior, en mi corazón muerto. Quiero alcanzar esa luz que me devuelva la
vida que fue robada por aquella oscuridad. Es lejana, quizás imposible… Pero
quiero. Una sonrisa recorrió mi cara consumida por aquella oscuridad. Algo
comenzó a brillar con intensidad, más fuerte que la propia luz que me daba
esperanzas. ¿Qué era aquella luz? ¿Era mi propia luz? Mi propia luz… Hacía tiempo
que se había apagado dejándome solo en este oscuro lugar, en los miedos que me
ahogaban.
La luz del horizonte parpadeó. Mi
corazón muerto bombeó mi negra sangre más rápido que nunca. Lágrimas luchaban
por salir en mis ojos. Mi propia luz se apagó poco a poco. Se había ido, todo
lo que necesitaba se había ido. Volvía a estar en aquella oscuridad infinita.
La luz volvió pero estaba diferente, había crecido. Dos lágrimas cayeron de mis
apagados ojos e impactaron en el suelo volviéndose luz. Cerré los ojos, tanta
luz los dañaba. Tenía miedo de abrirlos y no encontrar nada, de volver a estar
solo en aquel profundo miedo que no me dejaba ver. Luché contra él y los abrí.
La luz invadió mis ojos, impactó en ellos como las olas del mar impactan en las
rocas. Casi no quedaba oscuridad, aquel pequeño punto de luz se había expandido
llegando a mi propio ser. Por un momento mis miedos se fueron, pero regresaron
como siempre lo hacen recordándome que la oscuridad se ocultaba alerta en mi interior
preparada para volver y destruirme del todo.
"La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad; solo la luz puede hacerlo. El odio no puede expulsar el odio; solo el amor puede hacerlo."
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