Ardo. Mis pensamientos queman. Poco a
poco el odio recorre mi cuerpo, y escuece. ¿Tristeza? Si, está ahí, debajo de
mi piel, presionando mi cuerpo, presionando mi mente, destruyéndome trozo a
trozo. Su sonrisa me calma, pero no es suficiente agua para apagar todo lo que
me quema por dentro. Quizás sus ojos, o un simple abrazo conseguiría apagar el
fuego que me consume, o quizás ardería con más fuerza. Tampoco lo sabré, no
tengo ese honor, ni tiempo. He conseguido tener bajo control mi incendio pero
he perdido el control completamente, ahora arde con demasiada intensidad y con
él, ardo yo. Hay una pequeña rendija por la que poder escapar, pero ya no
quiero escapar, quiero arder, consumirme. Deseo desaparecer y caer en el
olvido, como si nunca hubiese existido, no sería difícil, ya hay gente que me
ha olvidado y hace dos días estaba junto a ellos así que por tres personas más
que quedan no pasaría nada… Qué pena que sea imposible. Quizás después de
consumirme en el fuego… No, se me olvidaba que nunca tenemos lo que queremos.
Lo que más quiero es… imposible. Es mi llama interior, la que me da la vida
pero a la vez la muerte. Cuando me doy cuenta mis dedos se están consumiendo,
mi corazón deja de latir y mi mente de pensar. Todo se vuelve cenizas, desde mi
cuerpo hasta mi mente y mis sentimientos. Sólo espero renacer de mis cenizas, o
al menos de lo que quedan de ellas.
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