Cierro los ojos. Ya no estoy aquí, me
he ido lejos donde ni el dolor ni la tristeza existen. Me he ido a mi mundo, a
mi mente. Me refugio en ella, donde todo puede ser posible. Aquí mando yo, aquí
soy yo, aquí tengo la vida que sueño con tener. Sí, podría decirse que esto es
un sueño, pero estoy despierto. La realidad es dañina pero ahora estoy en mi
propia realidad donde todo puede ser, donde todo es como yo quiero que sea.
Aquí puedo volar, puedo correr más rápido que la velocidad de la luz, tengo más
fuerza que mil hombres juntos… Aquí todo es posible. Aquí decido lo que soy,
decido como es mi entorno, lo decido todo y solo con un simple pensamiento. Lo
imaginario y lo irreal es real aquí. Aquí puedo hacer magia, aquí existe hasta
el ser más extraordinario que pueda existir en la historia. Aquí soy libre,
puedo ir donde quiera y cuando quiera. Puedo disfrutar de la soledad y de la compañía.
Puedo hacer cualquier cosa, aquí no hay nadie ni nada que me lo impida. Aquí siempre
es vacaciones y las responsabilidades y obligaciones no existen. Aquí soy todo
aquello que quiero ser pero no puedo ser
en la realidad. Aquí pierdo los miedos y las inseguridades que me atormentan en la realidad. Aquí la
felicidad es real y no es solo una utopía inalcanzable. En mi mente todo es tan
real… Pero no lo es porque la verdadera realidad está cuando abres los ojos y
te das cuenta de que nada de lo que has imaginado puede ser posible. En ese
momento quieres volver cerrarlos y vivir por siempre en esa irrealidad, pero no
se puede. La única manera de que algo así exista es escribirlo, plasmarlo en la
hoja y dejar volar la imaginación pero después tendremos que despertar y seguir
adelante.
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