El olvido, tan temido y tan ansiado
por todos. Todos tememos ser olvidados y a la vez deseamos con todas nuestras
ansias olvidar algo o a alguien. El olvido… ¿Cómo una palabra puede significar
tanto en nuestras vidas? Es irónico que el olvido lo recuerde todo el mundo, es
el olvido, debería ser olvidado y no recordarlo nadie. Invade nuestras mentes,
la idea del olvido nos atrae al igual que el polo norte de un imán a su opuesto.
¿Quién no ha deseado alguna vez en su vida el olvido? ¿Y quién no lo ha temido?
Nadie, absolutamente nadie, y quien diga lo contrario miente. Hace unos meses
diría que el olvido era una de mis metas pero me desvié del camino y lo olvidé,
olvidé al olvido y al igual que al olvido a ella. Ella era un planeta, un
planeta hermoso y tentador, y yo solo un asteroide atraído por su fuerza
gravitatoria que empezó a orbitar a su alrededor. Como la Luna a la Tierra. Su
fuerza gravitatoria me sacó de mi orbita y me dirigí directo a impactarme
contra ella, ha destruirme pedazo a pedazo, a arder al pasar su atmosfera, a
volatilizarme. Pero eso nunca ocurrió, no impacté, un agujero negro me trago y
me envió a quilómetros de ella, y la olvidé. Olvidé el olvido, olvidé mi llama
interior que ardía con su fuerza y que ella alimentaba, y mi combustible se
acabó y se apagó. Mis pensamientos desaparecieron, mi cabeza se vacío, de ella
y de todo. Pero volvieron, volvieron al salir de ese agujero negro que me tenía
perdido en otro mundo, un mundo lleno de tranquilidad y soledad, un mundo muy tentador.
Mis pensamientos volvieron pero ella ya no estaba presente en ellos, y me sentí
vacío como nunca me había sentido. Ahora sólo soy un asteroide perdido en este
Universo, sin un rumbo claro y solo en la infinidad. A veces sigo notando su
fuerza gravitatoria atrayéndome hacía ella, y mi interior vuelve a arder, pero
apago la llama antes de que vaya a más. El olvido vuelve a ser olvidado, y mi
amor hacía ella también.
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