Miro fijamente el papel en blanco. Está
tan limpio… Cosa que no debería estarlo. No debería estar blanco, pero lo está.
Esta hoja debería de estar escrita, colorida, llena de ideas descabelladas,
llena de pensamientos extraños de mi cabeza… Pero está vacía. Ese es el
problema, mi cabeza. Lo que más deseaba era despejarla, que se callara de una
vez, que aquella voz distante pero tan cercana se fuera lejos, desapareciera. Y
eso hizo, desapareció, y con ella todos mis pensamientos. Mi cabeza está en
blanco, como el papel. He conseguido lo que quería y ahora me doy cuenta de que
era mejor tenerla en plena actividad, aunque aquella voz siguiera ahí. Ella
desapareció de mi cabeza, igual que desaparecí yo. Tenía asumido que la había
olvidado, o al menos quería creerlo. Lo que un día fueron llamas, ahora solo
quedan cenizas. Cenizas… Ascuas mejor dicho. Ascuas que se vuelven a encender cuando
viene un ataque de viento descontrolado, y ella es el viento, algo
incontrolable. Esa llama interior quema, pero los pensamientos no han vuelto.
Quiero pensar que están de vacaciones, de viaje a algún lugar escondido de mi
cabeza y que cuando empiece la rutina regresarán. Con mis pensamientos se
fueron mis ideas descabelladas, mi imaginación descontrolada, mi inspiración. Mi
inspiración… Qué raro se me hace no tenerla. Mi mano desnuda agarra el
bolígrafo con mi firmeza y lo acerca a la hoja con el fin de que alguna idea
maravillosa aparezca. Escribo cuatro líneas. Acaricio la hoja con delicadeza,
la agarro y la arrugo, con todo el odio posible. Ninguna idea es correcta, nada
es correcto, nada… ¿Qué es lo correcto? ¿Tengo yo el poder de decidir qué es lo
correcto y que no? No… Lo correcto no existe, sólo es una palabra inventada,
una palabra que utiliza la gente cuando le gusta algo o ve algo bien. A todos
los demás, no les parece correcto. ¿Debería preocuparme tanto por lo correcto y
lo incorrecto? Al fin y al cabo, sólo son opiniones. ¿Me duelen las opiniones de
los demás? Quizás… Hay tantos “quizás” en mi vida… Dejo de mirar la hoja blanca
por un momento, quiero distraerme, pensar en algo diferente, no forzar mi
mente. Mi mente… ¿A caso está ahí para poder ser forzada? Cojo mi libreta, una
libreta pequeña y oculta detrás de mi cama. En esta libreta se recogen las
ideas más locas y descabelladas que se me ocurrieron alguna vez en mi vida y
jamás utilicé. La leo, quizás mirarla haga que venga la inspiración. Escribo,
arreglo matices de aquellas ideas, aquellas ideas que tengo intención de
utilizar alguna vez en mi vida. La cierro y la dejo al lado de la hoja blanca,
apartada. Apartada por el momento. Creo que es la hora de empezar mi nuevo
proyecto, o quizás no.
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