El futuro me
ahoga, o el miedo. El miedo a no ser lo que quiero ser, a perderme, a perderte. No
paro de pensar en el futuro, y sé que odias que lo haga porque me roba el
presente. Mi presente, el tuyo, el nuestro.
Pero no puedo evitarlo, me ahoga y no puedes ignorar a aquello que te
ahoga, te paraliza, te quema. Porque me quema, el futuro quema cada parte de mi
ser dejando cenizas que vuelan con el viento sin saber a dónde se dirigen. Como
yo, no sé a dónde me dirijo ni dónde voy a acabar pero en todos los finales veo
un naufragio, el naufragio de mi barco por la tormenta de mis ojos. Pero no puede
naufragar, porque tú navegas en él y no puedo perderte. Y tengo miedo, miedo de
que mi miedo nos separe, miedo de que te canses de ir en un barco inestable que
a la primera ola vuelca. Y escucho en mi cabeza tus palabras diciéndome: “Si
pierdes el control yo dirigiré este barco, seguiremos a flote. Y si naufragamos
yo seré tu salvavidas.” Y los miedos desaparecen, temporalmente porque el
futuro es inevitable pero a tu lado se sobrelleva. Y joder, ¿cómo no puedo
quererte?
El futuro es
como un viaje sin destino fijo, un viaje en avión en busca de tierra firme
donde aterrizar. No, es como saltar de un avión sin paracaídas, viviendo a toda
velocidad esperando el momento de estrellarte. Y tengo miedo de estrellarme,
destrozarme, que vuelvan las ruinas que tú restauraste, que se hagan heridas
nuevas… Miedo de que el avión que lleva mi futuro se estrelle. Y sé que hay
salidas de emergencia pero tengo miedo de que acabe lejos de mí.
El tic tac del
reloj me ahoga. Tic, inspira, tac, expira. Y entonces empiezo a hiperventilar a
la velocidad del reloj. Corro en el huyendo de las agujas que avanzan rápidamente
hacia mí, y me atropellan. Corro a contrarreloj
para ver si el tiempo retrocede, evitar el futuro y vivir en el presente eternamente.
Pero llegará un momento en el que el futuro será mi presente, y tengo miedo de
vivir el presente que no quiero. Tengo miedo de que el futuro que quiero no
llegue nunca. Miedo de que el camino por el que avanzo acabe en una calle sin
salida y tenga que coger otro, el plan B. Y yo no quiero el plan B teniendo el
plan A. No quiero que mis planes se desmoronen y acabar en el plan Z, en el
menos deseado. Y sé que hacer planes no servirá de nada, que todo acabará
siendo una improvisación. Y tengo miedo de que esa improvisación destruya mi
interior, acabar siendo el monstruo que tanto temo, que la oscuridad ahogue e
invada mi interior.
Querido
futuro,
Deja de doler
por favor.
No destruyas a
este niño soñador.
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