El olvido, tan temido y tan ansiado
por todos. Todos tememos ser olvidados y a la vez deseamos con todas nuestras
ansias olvidar algo o a alguien. El olvido… ¿Cómo una palabra puede significar
tanto en nuestras vidas? Es irónico que el olvido lo recuerde todo el mundo, es
el olvido, debería ser olvidado y no recordarlo nadie. Invade nuestras mentes,
la idea del olvido nos atrae al igual que el polo norte de un imán a su opuesto.
¿Quién no ha deseado alguna vez en su vida el olvido? ¿Y quién no lo ha temido?
Nadie, absolutamente nadie, y quien diga lo contrario miente. Hace unos meses
diría que el olvido era una de mis metas pero me desvié del camino y lo olvidé,
olvidé al olvido y al igual que al olvido a ella. Ella era un planeta, un
planeta hermoso y tentador, y yo solo un asteroide atraído por su fuerza
gravitatoria que empezó a orbitar a su alrededor. Como la Luna a la Tierra. Su
fuerza gravitatoria me sacó de mi orbita y me dirigí directo a impactarme
contra ella, ha destruirme pedazo a pedazo, a arder al pasar su atmosfera, a
volatilizarme. Pero eso nunca ocurrió, no impacté, un agujero negro me trago y
me envió a quilómetros de ella, y la olvidé. Olvidé el olvido, olvidé mi llama
interior que ardía con su fuerza y que ella alimentaba, y mi combustible se
acabó y se apagó. Mis pensamientos desaparecieron, mi cabeza se vacío, de ella
y de todo. Pero volvieron, volvieron al salir de ese agujero negro que me tenía
perdido en otro mundo, un mundo lleno de tranquilidad y soledad, un mundo muy tentador.
Mis pensamientos volvieron pero ella ya no estaba presente en ellos, y me sentí
vacío como nunca me había sentido. Ahora sólo soy un asteroide perdido en este
Universo, sin un rumbo claro y solo en la infinidad. A veces sigo notando su
fuerza gravitatoria atrayéndome hacía ella, y mi interior vuelve a arder, pero
apago la llama antes de que vaya a más. El olvido vuelve a ser olvidado, y mi
amor hacía ella también.
Bienvenidos al destrozo, donde el hielo quema y el fuego consume. Cuidado, no te ahogues en mi propia oscuridad. Pequeña estrella, si lees esto, ilumina mi ser y destruye mis miedos.
lunes, 22 de septiembre de 2014
lunes, 15 de septiembre de 2014
Tu camino, tu meta.
Inseguridad... Cuántas veces hemos
sentidos todos alguna vez ese sentimiento tan odioso que aparece en nuestro
interior y nos come por dentro, nos tortura y nos retuerce cada punto de nuestro
cuerpo. Nadie en toda su vida no ha sentido alguna vez inseguridad, por no
decir millones de veces al largo de su vida. Como no, yo también la he sentido.
¿Mis inseguridades? Hay tantas… Siempre, mi mayor preocupación ha sido hacer lo
“correcto”, sí, esa palabra tan relativa, esa palabra que para cada uno tiene
una definición diferente de lo “correcto” y lo “incorrecto”. Esa sigue siendo
mi preocupación principal pero me he dado cuenta de algo, no puede hacer lo que
ha todo el mundo le parezca “correcto”. Algo que a mí me parezca “correcto” le
puede parecer “incorrecto” a otro. Eso no significa que hayas hecho algo mal y
que ya no estés haciendo lo que debes sino que la opinión de aquella persona es
diferente a la tuya. Si de algo puedo presumir es de mi seguridad, o al menos
eso creo. Soy una persona bastante segura de lo que hace, que cree en ella
misma y siempre piensa bastante positivamente. Que me considere seguro de mi
mismo no significa que lo sea. Pero, ¿quién tiene el criterio de decir si soy
inseguro o no? Nadie tiene ese criterio. Dejemos de juzgar a las personas por
lo que no son. Dejemos de tener miedo a que nos juzguen, porque siempre lo harán.
Dejemos la inseguridad a un lado, creamos en nosotros y en nuestras
posibilidades. Empecemos a creer que estamos haciendo lo “correcto” y empecemos
a luchar por aquello que queremos y por aquello que queremos lograr. Dejemos de
pensar que todo va a ir mal, que todo lo estamos haciendo mal, que no vamos a
conseguir nuestros propósitos. Porque, ¿sabéis que? Porque lo vamos lograr,
nuestros sueños están en nuestras manos y nada va a impedir que los alcancemos.
Nadie puede decir lo contrario, y quien lo diga es por despecho porque aquella
persona se rindió antes de lograrlo. Tú, yo y todos vamos a empezar a luchar y
vamos a creer en nosotros. Porque, ¿quién tiene el criterio suficiente para
decir que no lo vamos a lograr? Nadie. Si digo nadie es nadie, y aquella
persona que lo haga, que te diga cuál va a ser tu meta y si llegaras se está
equivocando, porque tus metas las marcas tú.
PD: Este texto quiero dedicarlo a una amiga mía, un tanto insegura y negativa que cree que entre ella y su meta hay un abismo inexpugnable. Y no, no es así, ella está más cerca de su meta de lo que cree.
PD: Este texto quiero dedicarlo a una amiga mía, un tanto insegura y negativa que cree que entre ella y su meta hay un abismo inexpugnable. Y no, no es así, ella está más cerca de su meta de lo que cree.
jueves, 11 de septiembre de 2014
En blanco.
Miro fijamente el papel en blanco. Está
tan limpio… Cosa que no debería estarlo. No debería estar blanco, pero lo está.
Esta hoja debería de estar escrita, colorida, llena de ideas descabelladas,
llena de pensamientos extraños de mi cabeza… Pero está vacía. Ese es el
problema, mi cabeza. Lo que más deseaba era despejarla, que se callara de una
vez, que aquella voz distante pero tan cercana se fuera lejos, desapareciera. Y
eso hizo, desapareció, y con ella todos mis pensamientos. Mi cabeza está en
blanco, como el papel. He conseguido lo que quería y ahora me doy cuenta de que
era mejor tenerla en plena actividad, aunque aquella voz siguiera ahí. Ella
desapareció de mi cabeza, igual que desaparecí yo. Tenía asumido que la había
olvidado, o al menos quería creerlo. Lo que un día fueron llamas, ahora solo
quedan cenizas. Cenizas… Ascuas mejor dicho. Ascuas que se vuelven a encender cuando
viene un ataque de viento descontrolado, y ella es el viento, algo
incontrolable. Esa llama interior quema, pero los pensamientos no han vuelto.
Quiero pensar que están de vacaciones, de viaje a algún lugar escondido de mi
cabeza y que cuando empiece la rutina regresarán. Con mis pensamientos se
fueron mis ideas descabelladas, mi imaginación descontrolada, mi inspiración. Mi
inspiración… Qué raro se me hace no tenerla. Mi mano desnuda agarra el
bolígrafo con mi firmeza y lo acerca a la hoja con el fin de que alguna idea
maravillosa aparezca. Escribo cuatro líneas. Acaricio la hoja con delicadeza,
la agarro y la arrugo, con todo el odio posible. Ninguna idea es correcta, nada
es correcto, nada… ¿Qué es lo correcto? ¿Tengo yo el poder de decidir qué es lo
correcto y que no? No… Lo correcto no existe, sólo es una palabra inventada,
una palabra que utiliza la gente cuando le gusta algo o ve algo bien. A todos
los demás, no les parece correcto. ¿Debería preocuparme tanto por lo correcto y
lo incorrecto? Al fin y al cabo, sólo son opiniones. ¿Me duelen las opiniones de
los demás? Quizás… Hay tantos “quizás” en mi vida… Dejo de mirar la hoja blanca
por un momento, quiero distraerme, pensar en algo diferente, no forzar mi
mente. Mi mente… ¿A caso está ahí para poder ser forzada? Cojo mi libreta, una
libreta pequeña y oculta detrás de mi cama. En esta libreta se recogen las
ideas más locas y descabelladas que se me ocurrieron alguna vez en mi vida y
jamás utilicé. La leo, quizás mirarla haga que venga la inspiración. Escribo,
arreglo matices de aquellas ideas, aquellas ideas que tengo intención de
utilizar alguna vez en mi vida. La cierro y la dejo al lado de la hoja blanca,
apartada. Apartada por el momento. Creo que es la hora de empezar mi nuevo
proyecto, o quizás no.
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