lunes, 28 de marzo de 2016

¿Y tú, pequeña?

El otro día me preguntaron qué es el odio, por qué lo siento tan fuerte en el pecho y dejo que habite en mí. Pequeña, el odio es toda idea que he intentado alcanzar y se ha quedado en eso, en idea y no realidad. El odio es aquello que te quema el interior y que habita, en los mejores casos, en las profundidades de tu ser y solo aparece en momentos puntuales. El odio es todo pensamiento, acto o persona fallida en tu vida que se queda clavada en un costado, como la espina de un rosal, y no puedes quitar. ¿Qué digo? El odio es un rosal entero que crece enredado en tus huesos, clava todas sus espinas por tu cuerpo, se enreda en tus costillas y deja crecer una rosa de sangre en el corazón, quiera o no el odio también tiene su belleza. El odio es cada herida y cicatriz que has recibido al largo de la vida. El odio es todo aquello que nadie quiere pero es inevitable tener.

Pequeña, no sé si esto te sirve como definición, ni si crees que sea correcta, pero esa es mi mejor descripción. ¿Cómo describirías tú a un sentimiento que se representa con diferente forma en cada persona de manera acorde a todo el mundo? Es imposible.

¿Por qué guardo odio en mi interior preguntas? El odio es un fuego eterno que te recorre todo el cuerpo, que sale implacable de la mente, se pasea por tus clavículas, estrangula el corazón y los pulmones, sigue bailando por tus costillas y salta en picado hasta tus pies. Vivía en un invierno eterno que me estaba matando, lo guardo para sobrevivir, mejor morir quemado que por congelación. O puede que no. Puede que ese odio no lo guarde yo sino que lo genere a base de fracasos continuos, ideas perdidas, actos o personas fallida y heridas que recibe mi cuerpo a diario.

En ocasiones creo que ese odio ni lo guardo ni lo genero, soy yo. Soy un fuego encerrado en un recipiente capaz de arrasar con todos y todo, incluso conmigo mismo. Soy pura llama que estrangula almas y enloquece cabezas, y no sé si me he salvado de ella.

Pero no, yo soy mucho más que fuego, yo soy más que odio. Puede que viva con él, pero no soy él. Y lo siento, sé que a veces estallo y parezco la personificación del odio. Sé que a veces genero tanto fuego que no puedo mantenerlo dentro y sale de mi boca como llamaradas creando un infierno a mi alrededor. Sé que a veces hasta que no arraso con algo no paro.

Pero… ¿y tú?
Dime pequeña, ¿no eres tú también bien conocedora del odio?

C.

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